Era curioso, el único lugar en el que Guifré jamás fanfarroneaba o se pavoneaba era en el campo de Quidditch, el Quidditch era su vida y su pasión, ya fuera entrenando o jugando su semblante cambiaba, estaba siempre en absoluta concentración, ignorando cualquier cosa que no fueran las diferentes bolas, los compañeros y los oponentes y el lograr la posición de cazador era siempre un aliciente y no le había costado demasiado, era bueno, nadie lo podía negar.
Pero algo iba mal, no sabía el qué, pero algo iba mal.
Pero algo iba mal, no sabía el qué, pero algo iba mal.