Damon la miraba muy serio, como si lo que le estuviese diciendo no terminase de convencerlo del todo. Catrina suspiró, todavía demasiado nerviosa, si bien había conseguido controlar los temblores que habían amenazado con darle por todo el cuerpo. Seguir comportándose así ante semejante situación era algo que no creía que volvería a darse nunca más, pero Damon tenía una forma muy peculiar de transmitir lo que pensaba, tanto como el suyo propio, y nunca habría imaginado que con aquellos argumentos podría sentirse tan indefensa ante alguien con la misma sinceridad tajante que el muchacho.
-El que lo vuelva a decir o no, no depende de mí- parpadeó, mirándolo de soslayo- No lo veo justo, el que no pueda tener el mismo privilegio que tus amigos sólo porque nos acabamos de conocer- fue a interrumpirlo ante ese comentario, pero sus siguientes palabras y gestos no le dejaron opción a ello- Y comprendo que quieras pasar de la gente, pero a veces…
Lo siguiente que pudo procesar Catrina era que estaba rodeada de una calidez que desconocía y de un olor que le resultaba vagamente familiar por haberlo olisqueado minutos antes. Tenía la mejilla, y todo el rostro resguardado contra ropa oscura y unos brazos la estaban rodeando con suavidad. Abrazo. Aquello era un abrazo. Damon la estaba abrazando… En ese momento, cuando pensó que no podría sonrojarse más ni ponerse más nerviosa, lo consiguió y con creces.
Mil y una preguntas surcaron la mente de la chica. ¿Por qué me abraza? ¿Por qué me dejo? ¿Por qué me gusta? ¿Por qué no me aparto? ¿Por qué no me siento violenta por esto?
Catrina no era una chica demasiado cariñosa en general. No negaba algún abrazo casual, incluso algunas veces ella misma optaba por ofrecer alguno por que sí, aunque esto era todavía más extraño que lo anterior. Los roces, las caricias, el cogerse de la mano, acariciar la cabeza, los besos… todo eso no le importaba, incluso con recién conocidos, como le había demostrado a Damon todo el tiempo. Pero los abrazos le parecían tan íntimos, tan personales, tan… completos… que debía de estar muy segura de a quién se lo daba y por qué. Esa persona debía de ser alguien especial en un momento especial, y no es que él no lo fuese, porque estaba resultando ser su primer amigo, pero no comprendía el origen de ese abrazo y eso la desconcertaba, ya que generalmente, aun si eran su padre o sus amigos, si se daba una situación similar, solía rechazarlo. Pero en ese momento estaba tan paralizada por la sorpresa, y por sintiéndose a gusto entre sus brazos, que no era capaz de hacer nada.
-No está demás tener alguien en quien confiar y que estará a tu lado para lo que sea.
Era cierto. Damon seguía ahí, hablándole. En ese momento reaccionó, subiendo los brazos hacia el pecho de él para separarlos un poco, pero sin romper la unión. Su voz le sonó susurrante junto al oído y cerró los ojos, sintiendo que el calor que la envolvía desaparecía mientras se separaban con lentitud. Las manos de Damon se aferraron de nuevo a sus muñecas y siguió hablando.
“Contar con alguien tampoco es malo…”
Lo sabía muy bien. Había conocido la soledad, y la alegría de haber encontrado amistad y cariño en otras personas que no eran de su familia. Tragó lentamente y asintió con la cabeza, comenzando a regular su respiración y autocontrolándose un poco. Generalmente nunca dejaba que tantas emociones saliesen juntas a la luz, pero parecía ser que andaba un poco demasiado descontrolada esa tarde. ¿Se iría a poner mala?
Le siguió la broma con respecto a lo de los brazos, y rió suavemente.
-Creo que tus fans me van a odiar de por vida por haberte podido ver esa sonrisilla, señor Agger- bromeó ella también.
La conversación siguió de forma apacible hasta que el gesto de Damon volvió a mostrarse enfadado. Estaba empezando a sentir la tentación de hacerle desaparecer la arruga del entrecejo con el dedo. Suspiró, preguntándose que había dicho mal para haberlo molestado.
-Lo siento, pero no puedo hacer como que no han existido. Porque creo que no es un tema como para dejarlo como si no hubiera pasado, quizás a ti no te importe pero a mi sí.
Rodó los ojos y volvió a suspirar, muchísimo más calmada. ¿Cómo explicarse ante Damon nuevamente sin hacerlo enfurecer todavía más?
-Me has demostrado perfectamente que te importo, Damon. Y créeme que no hará falta que me lo recuerdes nunca más, porque confío en ti y en lo que me acabas de decir. Confío en tus gestos y en tu sinceridad, y sé que el día en que dejes de interesarte por mí me lo dirás abiertamente y sin tapujos. No necesito recordar que me protegerás contra lo que sea porque ya lo sé, y hay cosas que, una vez sabidas, no es necesario recordarlas de nuevo. Al menos para mí- agachó la mirada, también con el ceño fruncido- Tienes razón con que no es un tema como para dejarlo pasar, quizás no he debido utilizar esas palabras, pero estoy bastante nerviosa y no controlo lo que digo. Bueno, generalmente no controlo nada de lo que digo, porque me sale sin más, pero cuando me pongo nerviosa es peor porque parece que no sé hablar- frunció los labios también- supongo que son rescoldos que quedan…- susurró- Siento si te ha molestado.
Se quedó un segundo en silencio, reflexionando sobre sus propias palabras y sobre las que él le había dicho, buscando la forma de responder a lo que antes se había tenido que callar por aquel abrazo.
-Yo también tengo mis propios prejuicios, me temo- sonrió con algo de tristeza- y no suelo confiar mucho en la gente a la que conozco de buenas a primeras, porque las personas son malas y hacen daño, tanto sin pensar como queriendo. ¿Qué no te doy el mismo trato que a mis amigos, dices?- cerró los ojos- Es cierto- separó un poco los párpados y lo miró directamente- Ahora mismo no eres para mí como lo es Steven o Mónica, pero eso no quiere decir que no confíe en ti, ni que no pueda llegar a quererte y a apreciarte tanto como lo hago con ellos, y mucho menos que no signifiques nada en mi vida, porque eres la primera persona a la que quiero conocer desde que estoy en este colegio. Eres mucho, y si no te doy el mismo trato que a ellos es porque eres diferente. Ignoro cómo van a sentarte estas palabras, pero prefiero que lo sepas. Además… ya te quiero y te aprecio lo suficiente como para llamarte amigo y para ser capaz de confiar en ti…
Inspirando y suspirando, gateó hacia él de nuevo y se puso de rodillas, abrazándolo por la cabeza y apoyándola contra su pecho mientras apretaba los ojos, como si estuviese haciendo un gran esfuerzo, cuando en realidad estaba nerviosa. No sabía por qué había reaccionado así, pero se había visto en la necesidad de devolverle aquel gesto, y eso era lo máximo que podía abrazar por el momento.
Se separó casi en seguida y se volvió a sentar sobre sus piernas, suspirando sonoramente.
-No suelo abrazar nunca- le explicó- ni siquiera para devolver un abrazo. Mucho menos a gente a la que no considero cercana. Así que espero que esto sea algo esclarecedor para ti.
Hinchó los carrillos con el ceño fruncido, como si estuviese molesta por haber tenido que llegar a tales extremos para darle a entender lo que quería decirle, si bien había sido un gesto que había realizado por voluntad propia, ya que nunca hacía cosas semejantes para darle credibilidad a sus palabras.
-¿Sabes? Hoy estoy haciendo una sarta de tonterías y estoy actuando de una forma que es completamente impropia de mí- acabó riéndose- es curioso cómo cuando creemos conocernos perfectamente acabamos haciendo cosas como estas, tan imprevisibles. Pero bueno, así es todo muchísimo más divertido, y las sorpresas son agradables, al menos algunas de ellas…